Se necesitan mejorar las condiciones laborales de médicos y médicas.
Como todos los años, en Latinoamérica, se celebra el 3 de diciembre un nuevo Día del Médico. Iniciativa instaurada en 1955 por la Confederación Médica Panamericana y en sintonía con la fecha del natalicio del médico cubano Carlos Finlay (1833-1915). Sin dudas, Finlay fue una figura señera de la salud pública en la región. Es recordado por sus valiosos aportes en las investigaciones contra la fiebre amarilla. Este 2020 encuentra a los médicos y médicas de la región preocupados por otro virus más novedoso. Presenciando cómo la actual pandemia por COVID-19 profundiza el deterioro de las condiciones laborales en los sistemas sanitarios.
Pero también los halla multiplicando esfuerzos. “La crisis se ha convertido en oportunidad“, afirma desde Quito la doctora Doménica Cevallos Robalino. Ella es médica en el “hospital centinela COVID-19” del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS). “Frente a tanta necesidad de vida y salud, en estos momentos la vocación se ha puesto a prueba . Solo nos motiva a estudiar más, a investigar más, y a ayudar más que antes. A dar consuelo y alivio al cuerpo, pero también al alma”, comenta Cevallos Robalino.
Según una encuesta, siete de cada diez profesionales en Colombia manifestaron tener ansiedad o estrés laboral durante la actual pandemia. En diversos países también han subido, lamentablemente, las estadísticas del síndrome de burnout, así como el número de agresiones al personal médico que presta servicio. Pero lo relatado ya estaba presente antes de la llegada del virus SARS-CoV-2.
Basta repasar la literatura disponible. En 2006, un estudio determinaba en Argentina una prevalencia de burnout de alrededor del 24% entre 123 pediatras.
Otro estudio realizado en el año 2015 realizó encuestas a 19.967 profesionales de América Latina. Logró determinar que un 66% de los interrogados sufrió algún tipo de agresión en el ámbito laboral. En el 11% de los casos, las agresiones fueron de índole física. Ocurrieron en su mayoría en instituciones públicas y en áreas de emergencias. Los desencadenantes más citados fueron la demora en la atención y la carencia de recursos.
No hay dudas de que el SARS-CoV-2 ha intensificado cierto malestar de los profesionales. Dicha vivencia es multicausal y de larga data, habiendo sido abordada con anterioridad incluso desde la sociología. Algunos desencadenantes tendrían que ver con pérdida de la autonomía profesional, excesiva mercantilización de la medicina, sobrecarga de las tareas asistenciales, escasez de recursos y bajos salarios.
Con todo lo planteado es lícita una pregunta: ¿por qué vale aún la pena ser médico o médica?
“Todavía vale la pena ser médico porque es una profesión en donde se potencian los talentos que caracterizan al ser humano”, responde el doctor Miguel Mauricio Moreno Capacho, médico fisiatra en el Instituto Nacional de Cancerología de Colombia. “Requiere vocación de servicio, amor por el otro, compasión por aquel que sufre”, agrega el doctor.
Es difícil predecir qué ocurrirá con la profesión en las post pandemia. Lo que se espera son mejores condiciones de trabajo para los profesionales de la salud. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha recomendado subsanar las necesidades del personal en el plano laboral. Considera que lo vivido en la pandemia de COVID-19 debería contribuir a redefinir las competencias y condiciones laborales de los profesionales.
“Aún vale la pena ser médico porque a pesar del cansancio y de un sistema sanitario fracturado a nivel mundial, definitivamente tenemos un privilegio, y a la vez una gran responsabilidad, al recibir a cargo una vida”, comenta la doctora Cevallos Robalino.
Finlay tuvo que esperar 20 años para ser reconocido. “La del médico es una profesión en donde hay que darlo todo, alma, corazón y vida”, sentencia el doctor Moreno Capacho. Y como se afirma, una crisis es oportunidad.
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