La anosmia es un hallazgo clínico que se ha vuelto más notorio en los últimos meses.
La disminución o pérdida total del olfato durante este 2020 ha cobrado relevancia de la mano de la pandemia por COVID-19. Una anosmia o hiposmia en el contexto actual lleva, inmediatamente, a pensar en infección por el virus SARS-CoV-2 .
Pero dicha alteración sensorial puede responder a numerosas otras causas, incluso en tiempos de coronavirus. Un estudio, publicado recientemente en la revista Current Allergy and Asthma Reports, aportó datos obtenidos antes de la pandemia en población mexicana. Encontró una notoria disminución de la capacidad olfativa a medida que se avanza en la edad y detectó condiciones asociadas al citado trastorno.
La investigadora del Departamento de Otorrinolaringología del Centro Médico Nacional de Occidente (IMSS), Irma Yolanda Castillo López, fue la primera autora del estudio OLFAMEX.
El trabajo se trató de una colaboración entre expertos mexicanos y españoles que estudió a 1921 personas, con edades entre los 16 y 100 años. Fue durante el período comprendido entre agosto y octubre de 2017, en la ciudad de Guadalajara.
Involucró la administración de encuestas que abordaban aspectos tales como: datos epidemiológicos (sexo, edad, nivel educacional, peso y talla), autopercepción olfatoria, exposición previa a agentes tóxicos y, por último, historia previa de enfermedades.
Además, se realizaron en los participantes pruebas de olfatometría. Estos fueron expuestos a 4 odorantes comunes -tales como rosa, banana, perfume y gas- con la finalidad de determinar alteraciones en la detección, reconocimiento e identificación de los olores.
Se observó un 7.2% de prevalencia de disfunción olfatoria en la población estudiada. Casi todos los participantes diagnosticados presentaron hiposmia (7,1%). En solo el 0.1% se detectó anosmia. Aquellos pacientes por encima de los 60 años registraron una mayor frecuencia de trastornos. También fue visible un mayor compromiso en aquellos con un índice de masa corporal elevado, presencia de diabetes tipo II, historia de exposición a agentes tóxicos y tabaquismo. Los participantes con nivel educativo bajo resultaron tener mayor pérdida del olfato.
Tanto la presencia de antecedentes de traumatismos, la historia de rinosinusitis crónica o embarazo en curso, no se asociaron a disfunción olfativa en la población estudiada.
Por último, solo 1 de cada 2 participantes que reportó tener un buen sentido del olfato identificó los cuatro odorantes.
Preocupa a los investigadores la asociación comentada entre obesidad, diabetes tipo II y disfunción olfativa.
Se ha determinado que existe una conexión entre el sistema endócrino y olfatorio. Sería a través de mediadores hormonales tales como insulina, grelina y leptina.
En animales de laboratorio se ha documentado que una dieta con alto contenido graso puede afectar la arquitectura del sistema olfatorio. Reduce el numero de neuronas y sus proyecciones axonales.
Por otra parte, estudios previos en algunos pacientes con enfermedad microvascular y diabetes tipo II han detectado severos deterioros en el olfato.
Según las estimaciones del presente trabajo, alrededor de 6 millones de mexicanos tienen algún grado de disfunción olfatoria.
Para 2030, en México está estipulado que un 55% más de personas llegue a la séptima década de vida.
En el estudio OLFAMEX, más de la mitad de los pacientes por encima de los 65 años presentó algún grado de trastorno.
Según los autores, lo citado -además de la alta prevalencia de obesidad y diabetes tipo II en población mexicana- hace necesaria la puesta en marcha de nuevos estudios exploratorios. Quizás la actual pandemia por COVID-19 contribuya a ello.
Current Developments in Nutrition Pilot and Feasibility Studies OMS
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