El análisis utiliza datos de 45 países y los resultados de 22 estudios de seroprevalencia.
Según un estudio publicado en el sitio web de la revista Nature, no se observan grandes diferencias de susceptibilidad al SARS-CoV-2 según edad.
El artículo, en etapa de preedición, analiza los patrones de mortalidad por edad entre personas fallecidas a causa de dicha enfermedad. Para esto, utiliza datos de 45 países y los resultados de 22 estudios de seroprevalencia.
De acuerdo con el artículo, la tasa de infección a letalidad (IFR, por sus siglas en inglés) es más baja entre los 5 y 9 años de edad, con un aumento progresivo entre los mayores de 30 años.
Sin embargo, destaca que las heterogeneidades subyacentes en la estructura de edad de la población o en la prevalencia de comorbilidades pueden contribuir a diferencias en los niveles de muertes observadas por COVID-19.
La investigación implicó el desarrollo de un modelo matemático que permite producir estimaciones de IFR por edad y sexo, así como de la población infectada en cada país. Para la construcción de este modelo, se comparó el número de defunciones por edad dentro de cada nación, utilizando a personas de 55 a 59 años como grupo de referencia.
El análisis encontró un patrón consistente en el riesgo relativo de muerte por edad para individuos menores de 65 años en todos los países y continentes. Particularmente, se observó una alta relación entre edad y riesgo de muerte para individuos de 30 a 65 años.
Las personas mayores tienen menos contactos sociales y es más probable que se aíslen a través de programas de protección. Por ende, se asumió una tasa de ataque de infección de 0,7 para individuos de 65 años o más. Esta tasa es igual en los grupos de edad menores a 65 años. No obstante, la relación entre la edad y el riesgo de muerte continúa siendo altamente considerable en los mayores de 65 años. ¿Por qué?
La explicación debe buscarse en los lugares de residencia. La salud de las personas que viven en hogares de ancianos es 3.8 veces más frágil que la de la población general de la misma edad y sexo. Por ejemplo, el análisis de IFR sugiere que el 7,28% de la población de hogares de ancianos franceses se infectó el 1* de septiembre de 2020 (95% CrI: 6,29-8,49%), una tasa de ataque de infección 1,70 veces mayor que la de la población general.
De esta forma, si se producen altas tasas de infección entre los residentes de hogares de ancianos, los IFR generales de cada país serán significativamente mayores que en escenarios donde estas poblaciones se han protegido con éxito o han experimentado poca exposición. En el caso de Francia, la inclusión de las muertes en hogares de ancianos aumenta el IFR del 0,74% para la población general (95% CrI: 0,64-0,86%) al 1,10% (95% CrI: 0,95-1,28%).
Los IFR específicos por edad estimados por el modelo de conjunto oscilan entre el 0,001% (intervalo creíble del 95% [CrI]: 0-0,001) en las personas de 5 a 9 años, al 8.29% (95% CrI: 7.11-9.59%) en los mayores de 80 años. Se estima un aumento medio en la IFR de 0.59% con cada aumento de 5 años (95% CrI: 0.51-0.68%) para edades mayores a los 10 años.
Por otra parte, el riesgo de muerte debido a la infección es significativamente mayor en los varones que en las mujeres. Esta tendencia es particularmente alta en poblaciones con IFR del 10,83% para los varones mayores de 80 años y 5.76% para mujeres de 80 años o más.
Muchos países de América del Sur registraron menos muertes en individuos mayores de 65 años. Por ejemplo, se encontró que en Ecuador hubo 220 muertes menos por 100.000 personas mayores de 65 años (95% CrI: 200-240). Sin embargo, cabe destacar que ha existido un sub-registro de muertes por COVID-19 en personas mayores.
En los análisis de sensibilidad se muestra que, para algunos países, las tasas de ataque de infección son poco realistas entre las personas mayores de 65 años en comparación con el resto de la población. Por eso será necesario conciliar el número notificado de defunciones en estos grupos de edad.
Por su parte, en muchos países europeos se observó una tasa de muertes en personas mayores más alta de la esperada. Esto es consistente con la gran proporción de fallecimientos por COVID-19 atribuibles a brotes en hogares de ancianos, lo que destaca la gran cantidad de personas que residen en estas comunidades en muchos países de ingresos altos.
The Lancet Nature
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